Historia de un amor exagerado

La historia empezó un jueves, en el preciso momento en que Santiago Berón, el más chiquito, vio entrar por la puerta del aula de quinto año a Teresita Yoon, la nueva. A partir del recreo de las diez,Teresita Yoon, la nueva, también empezaría a llamarse Teresita Yoon, la china, pero, para decir verdad, era coreana.
Teresita Yoon, la nueva, era linda. Por lo menos, linda lo que se dice linda le pareció a Santiago cuando la vio entrar con la túnica muy blanca y el pelo muy negro por la puerta del aula. Tenía mejillas redondas como bizcochos tostados, ojos largos como hojas de laurel salvaje y una sonrisa tan pero tan hermosa[...]. Teresita Yoon, la nueva, entró un poco asustada, mirando tímidamente a todos con sus ojos de laurel salvaje.
—¡Adelante!—dijo la maestra [...].
Entonces, Teresita Yoon hizo una pequeña reverencia y dijo como quien canta:
—An nienj.
Y ahí estalló la primera carcajada. Una sola [...], y después un montón de carcajadas.
—¿Qué decís?—chilló Gualberto.
—¿En qué hablás?—rugió Damián. Y se oyeron los cuchicheos y las risitas de dos niñas [...].
A Teresita Yoon los bizcochos se le pusieron rosados y las hojas de laurel salvaje se llenaron de agua.
La maestra [...] se dio cuenta de que ya era tiempo de dejar la tiza y de acercarse a Teresita. Le rodeó los hombros con el brazo, miró muy enojada hacia el rincón de las carcajadas y dijo:
—Teresita Yoon es coreana y nos saludó como se saludan todos en Corea. Ahora se va a quedar a vivir acá y va a aprender a saludar como nosotros.
La maestra sabía mucho de esas cosas porque sus abuelos habían venido de España.

Adaptación de un cuento de: Graciela Montes
Buenos Aires, Colihue, 1997 (fragmento).